Por Otilio Haro
No me canso de él. Puede que sea la Monastrell más ceñida a mi cuerpo. Aúna presencia y frescura. Sus balsámicos son un deleite, su fruta, igual, su halo alcohólico es una bendición… Es el mejor licor posible dentro de un vino con lo que ello significa. Esta añada 2019 va a ser difícil superar. El susodicho cuenta con un equilibrio extraordinario.
De color cereza granatoso fluido al movimiento, lo que indica una crianza corta como así atestigua su nariz, con una fruta roja en sazón; ciruelotes gordos y carnosos, moras… Y unas especias de monte que le otorgan la frescura anteriormente mencionada. En su paso por boca es tremendamente jugoso. Pues la comunión fruta-acidez te hace salivar. Se muestra redondo, equilibrado…De postgusto rico y duradero. Persiste. Para mí, un ejemplo de la variedad en cuestión.
Una Monastrell de ajustada crianza para mantener su frescura, a la que suma su altitud. Un vino de autor que firma Pedro Martínez.
Añada 2019 perfecta ahora. Su precio, unos 15 lereles.
A beber con fruición.
