Por Otilio Haro
Es uno de los vinos más vistos en restaurantes. Las razones pueden responder a moda e imagen. Su significativa botella, mismo. Cuidada en detalles como ese pequeño barquito oculto que aparece cuando alcanza la temperatura idónea. Sin embargo, su calidad y regularidad, bien merecen esta cata.
De color verdosito y brillante con reflejos dorados. Se aprecia grasa al movimiento y se intuye placentero. Es de media intensidad en nariz y lo encuentro sutil. Aromas a cítricos con notas de saquitos perfumados de lavanda. La fruta la asoció más a la gama de hueso, tipo albaricoque. Con un leve fondo amargoso de corteza de pomelo. Se confirma lo visualizado. Es graso en boca, con cierto volumen. Si sube un poco la temperatura, cosa que le favorece, la fruta es más carnosa. Justo amargor que ayuda en su final, pues lo hace persistente.
Añada 2020 que se disfruta ya. De precio anda por los 14 lereles.
