Por Otilio Haro
Si no has mordido tiza, no eres de la E.G.B. Viva la mineralidad. Un Ribeiro que te ofrece de entrada toda su fruta carnosa y que se despide maltrándote por seco. Dame látigo!
Y hasta aquí podríamos leer. Sin embargo, lo vamos a extender algo más. Ese “dame látigo” es el “castígame” que imagináis. Y es que esa sequedad resulta adictiva. Necesitas volver a ella en cada sorbo. Sin duda, es el Ribeiro blanco, porque también hay tintos, más extremo, en este sentido, al que me he enfrentado. Esta añada es la 2018. Y te dice a las claras, que la puedes estirar.
Su color es de un dorado verdoso de aspecto oleoso. Aromas a fruta de hueso carnosa; albaricoques maduros… Hierbas secas de infusión y buena carga mineral que continúa en boca. Donde es seco a rabiar y balsámico. El tacto aún con todo y con ello es graso. Deja un fondo amargo y cítrico tan serio como fresco.
Su precio oscila entre los 13-14 pavetes. Juzguen ustedes. Yo lo veo repetible hasta la saciedad.
