Empezamos el año con una receta sencilla que me trae muy buenos recuerdos. Una receta que mi madre solía preparar cuando éramos unos jovenzuelos. Ese tomate frito que se dejaba freír durante toda la tarde a fuego lento hasta reducir al máximo. Después tan solo quedaba dejar caer un huevo encima y listo. Esos manjares y recuerdos que difícilmente caen en el olvido.
Para preparar esta receta necesitaremos
400 g de tomate natural triturado
Aceite de oliva virgen extra
Sal
1 c/c de azúcar
4 huevos medianos
Una pizca de canela
Un pizca de nuez moscada
Una hoja de laurel
2 ajos
El proceso es bien sencillo. Precalentamos el horno a 200ºC. Seguidamente trituramos el tomate. Si no disponemos de mucho tiempo siempre podemos recurrir al tomate natural triturado envasado aunque ya sabéis que nunca será lo mismo. Vertemos en la sartén un buen chorro de AOVE. Cuando el aceite empiece a estar caliente añadimos un par de ajos y a continuación el tomate con una pizca de sal. Seguidamente le damos un toque de canela y nuez moscada junto a una hoja de laurel
Dejamos que el tomate reduzca durante una media hora como a fuego medio-bajo. Removemos de vez en cuando y comprobamos la acidez del tomate. Si vemos que todavía está un poco ácida le podemos añadir una cucharadita de azúcar.
Una vez reducido al gusto vertemos el tomate en unas cazuelitas de barro y dejamos caer un par de huevos en cada una de ellas. Rectificamos de sal e introducimos en el horno durante 10-15 minutos.
El resultado es espectacular y lo acompañamos con un buen pan para mojar.
